Los investigadores todavía se enfrentan a estereotipos, heredados de la literatura y el cine, que afectan a su trabajo; un congreso en Vigo sirvió para dar luz (discreta) y combatir prejuicios
Philip Marlowe se habría aburrido en el I Congreso Internacional organizado por el Ilustre Colegio Oficial de Detectives Privados de Galicia (CODEGA), celebrado los pasados días 20 y 21 en un hotel de Vigo. Demasiado sobrio —en todos los sentidos—. No es difícil imaginarlo mirando distraído por la ventana, hacia la playa de Samil; o escabulléndose y colándose en otro salón donde se agasaja a la trabajadora de una empresa, que se jubila. El «¡Felicidades Pili!» del rótulo informativo augura emociones más fuertes que el «Detectives y ciencias forenses» que reza como epígrafe del congreso de CODEGA.
La culpa, en realidad, no sería de nadie. Ni de Marlowe ni de CODEGA. Lo que ocurre, sencillamente, es que poco o nada tienen que ver el personaje creado por Raymond Chandler con los detectives privados españoles de carne y hueso. Esos que charlan, café en mano, antes de asistir a una ponencia en la que el juez José Antonio Vázquez Taín, invitado estrella de la sesión matutina, les instruye sobre la mejor forma de presentar un informe en un juicio en calidad de testigos.
Nada de petaca de whisky. Cafeína, la misma que puede salvar un seguimiento largo. Nada de gabardinas o complementos estrafalarios. Cualquier espectador desprevenido que se los encontrara el viernes por la mañana los tomaría por odontólogos o aparejadores. Difícilmente —como haría Sherlock Holmes— podría deducir que se trataba de profesionales universitarios especializados en indagar en falsos fraudes al seguro o localizar personas desaparecidas.
Formal e institucional
A la inauguración acuden el comisario de Vigo y Redondela, Ramiro José Gómez; el inspector Casto García, jefe de la unidad de Seguridad Privada de la comisaría olívica; y Félix Díaz Juan, teniente coordinador del programa Coopera de la Comandancia de la Guardia Civil de Pontevedra. Llamamientos a estrechar las relaciones con los detectives privados y brindar toda la colaboración. El alcalde de Vigo, Abel Caballero, ha enviado un saludo en vídeo. Todo muy formal e institucional. Marlowe rebulliría inquieto en su silla, desolado porque sólo tiene a mano una botella de agua, caramelos, el programa del congreso, un bolígrafo y folios.
Mario Paul, decano-presidente de CODEGA, abre el congreso y nada más comenzar celebra el «buen momento» de la profesión y que ésta «avanza por encima de estereotipos y tópicos». Es la primera alusión, pero en absoluto la última; de hecho, el juez Vázquez Taín arranca por ahí su disertación. Ratifica que hay un importante desconocimiento de la auténtica labor de los detectives privados, comenzando por el mundo de la judicatura. «No sois bichos raros ni policías jubilados que no tenéis otra cosa que hacer», les recuerda.
El magistrado adopta un tono entre distendido y didáctico. Les propone «interiorizar que estáis en el lado bueno de la ley»; que su trabajo «no lo puede hacer nadie más», porque así lo habilita la ley [5/2014 de seguridad privada]. Anima a los detectives a interrumpirle y surgen las aportaciones: uno lamenta el «desconocimiento» que condiciona sus comparecencias en juicios; otro revela que «jamás», al testificar, le solicitaron el carné profesional; Mario Paul complementa relatando la reacción de un agente judicial cuando se le entrega ese documento acreditativo: «Qué es esto, quiero el DNI». Vázquez Taín, sin atisbo de corporativismo, les ayuda a derribar mitos y tabúes; les ofrece pautas para elaborar correctamente sus informes; les recuerda que un juicio es un «teatro», y más con jurado; les explica cómo lidiar con un abogado sin ponerse nerviosos, con la muletilla «me alegro mucho de que me haga esa pregunta» como «frase mágica».
El decano-presidente de CODEGA, en conversación con ABC, atribuye el desconocimiento que rodea a su profesión a una mezcla de «falta de interés» y el lastre de los estereotipos fomentados por la literatura, el cine y la televisión. No son, subraya, ni el tipo «en apuros» y «empapado en alcohol» de Joaquín Sabina ni el zafio Torrente de Santiago Segura. Son profesionales que realizan «investigaciones serias y siempre sometidas a la ley», reivindica. Que, al contrario que en las películas, no pueden investigar delitos perseguidos de oficio, y si se dan «de bruces» con alguno, ponen los hechos (o deben hacerlo) inmediatamente en conocimiento de la autoridad judicial o la Policía o la Guardia Civil. Aguantan «condiciones a veces difíciles y sacrificadas», en un trabajo que puede ser solitario. Pero en España la profesión goza de buena salud: «Todos vamos pagando nuestras facturas, lo que no quiere decir que nos hagamos ricos».
Puestos a desmontar estereotipos, la de detective no es una profesión masculinizada. Hay mujeres en el congreso, como Francis Cáceres, presidenta de APDPE, la asociación del gremio, aunque no en la proporción real de la profesión: a la par a nivel nacional, 60/40 a favor de los hombres aún en Galicia. Dos veteranos sabuesos llegados de Madrid como son Julio Gutiez y César Martín Polvorinos, mientras toman un café, comentan que ellas están muy demandadas, además de charlar sobre intrusismo y otras hierbas.
Sean hombres o mujeres, Mario Paul pone en valor el «nivel altísimo» de los detectives privados en España, tanto a nivel operativo como en investigaciones. «Los mejores de Europa», presume, si bien concede que los británicos son los más avanzados. Cuenta que aquí no tienen nada que envidiar a los americanos, salvo su mayor cultura empresarial de «búsqueda de pruebas e información» ante una «decisión crítica». En España «todavía hay muchas empresas», explica, «que no se han dado cuenta de que tener una información relevante (…) les ahorra mucho dinero y problemas a posteriori».