El trabajo del detective privado. Día a Día
Ni gabardina, ni sombrero. Olvídate de Poirot, Sherlock, Maigret o Marlowe. Ni encuentros clandestinos ni indagaciones para descubrir al asesino. La imagen un tanto romántica que de los detectives privados dan los libros, series y películas tiene poco, o nada, que ver con la realidad. Hablamos con uno de ellos para que nos cuente el día a día de su profesión: qué casos llegan a su mesa, los seguimientos, las guardias o las herramientas que utiliza.
12 horas seguidas de guardia. Es la vigilancia más larga que ha realizado Jose. La hizo en su propio coche, mientras investigaba quién dañaba otros vehículos en un garaje. Al final, obtuvo resultados: un vídeo de 15 segundos. Prueba suficiente para su cliente.
Este es un ejemplo de las peticiones que recibe este detective privado. Lleva 10 años en la profesión al frente de Eki detectives privados. Un despacho físico «para dar confianza» a los clientes, consciente de que «no me contratan para nada bueno, nunca«. «¿Para ver si a alguien le va bien? Olvídate», asume con risa resignada.
Los casos
Infidelidades, custodias de los hijos tras una separación, bajas laborales verdaderas, espionaje industrial, deslealtad mercantil entre socios o empleados, desapariciones, daños a la propiedad… Un suma y sigue de situaciones poco agradables que alguien tiene que investigar. Y ahí entra Jose.
Eso sí, el cliente debe estar legitimado para solicitar la investigación. «Hace poco me pidieron un seguimiento de una persona que era compañero de trabajo. Le dije que eso yo no podía hacerlo. Pero ni nosotros ni nadie», razona.
Ahora, los casos más comunes son las investigaciones por bajas laborales
En cambio, unos padres que quieran saber qué hacen sus retoños. Pues sí. «Es muy desagradable vigilar a un hijo o hija que se dedica a fundirse el dinero en las salas de juego», ejemplifica. O descubrir si una hija «fuma porros o es solo la compañía con la que va».
También ha acudido de noche a una vivienda a esperar «hasta que llegue la señora que taconea en el piso de arriba por fastidiar al de abajo, y grabarlo». «Perjuicios de ese tipo está legitimado pedirlos», señala.
La situación económica, como en todo, influye en su trabajo. Y ahora mismo, lo más común son las comprobaciones que piden las empresas sobre los empleados que están de baja. «Y tampoco demasiado, la pandemia ha hecho mucho daño», corrobora.
Si una persona fuma, tiene mascotas, niños, sus horarios, por dónde se mueve… Todo lo saben
Las clientas ganan a la hora de solicitar una investigación por infidelidad, y los hombres acuden más para descubrir qué hace su ex con sus hijos en temas de custodias. «La gente viene aquí fastidiada, a veces mucho. Y toca hacer un poco de psicólogo», reconoce Jose. Porque, además, en la mayoría de los casos, las sospechas se cumplen.
Aunque, como toda regla, hay excepciones. «Una vez, una clienta creía que su marido le era infiel. Y descubrí que sí, tenía a alguien, las cervezas que tomaba al salir del trabajo con sus compañeros», sonríe. En otra ocasión, un hombre acudió convencido de que su mujer le engañaba. «Me decía que si estaba con el vecino, que si sacara fotos. Le dije y demostré que no había nada. Pero él insistía. Dos veces vino. Parecía que casi quería que hubiera algo», recuerda.
Los detalles
Porque eso es lo primero sobre lo que advierte a sus clientes. «Nosotros en el informe reflejamos lo que vemos. No lo que el cliente quiere que veamos», matiza. Una vez aclarado ese punto, llega el momento de preguntar y conocer en detalle el caso.
Desde si la persona a investigar fuma a si tiene mascotas o niños, sus horarios, por qué zonas se mueve, qué coche conduce y cómo… Todo suma y cualquier detalle puede ser decisivo. «Si fuman me alegro porque sé que van a salir a la calle. Lo mismo si tienen perros, hay un horario y eso lo puede facilitar», desvela. Un vehículo de gran cilindrada complica el seguimiento.
Y también las calles. No es lo mismo trabajar en Sancho el Sabio que en Avenida Zabalgana, por ejemplo. «En la primera hay problemas para estacionar el vehículo, el tiempo es limitado. Y en la segunda puedes estar todo lo que quieras», compara. El BEI y su prioridad, la OTA, una urbanización pequeña con muchos perros y hasta los conocidos que aparecen de improviso. Cualquier factor es clave y puede dar al traste con el trabajo. Hay que controlarlo todo.
«¿Para qué quiero yo un arma si me va a traer más problemas que beneficios?»
Con la planificación en mente, hace un contrato mercantil con el cliente de prestación de servicios. «Refleja todo, qué quieres, qué medios vamos a poner, cuáles van a ser nuestros precios, qué ocurre si el caso llega a juicio…», recalca. Y siempre siendo conscientes de que la investigación puede alargarse. «Yo en dos o tres días ya aviso de si es mejor dejarlo, si sale adelante o si habrá que invertir más tiempo», constata Jose.
Sin pistola
Si la persona que le contrata da el visto bueno, es el momento de ponerse en acción. Y de sacar sus herramientas de trabajo. Eso sí, nada de armas. Porque sí, también le han preguntado si lleva pistola. «Nuestra figura está idealizada. La gente se piensa que podemos hacer cualquier cosa. Me dicen que a veces se me puede complicar… Pero vamos a ver, que esto no es Estados Unidos. ¿Para qué quiero yo un arma si me va a traer más problemas que beneficios?», responde.
Sus ‘armas’ son más tecnológicas. La principal es una vídeo cámara con zoom «que puedes llevar en la mano y grabar al paso». La suya tiene todo el metal tapado para que no refleje y le descubran. Y baterías bien cargadas.